A partir de 1890, Binet empieza a estudiar la
inteligencia, enfocándose en comprender y medir las
diferencias individuales. Su experiencia estudiando el
funcionamiento intelectual en una amplia variedad de dominios, le
lleva a tomar una perspectiva diferente de la mantenida por
figuras preeminentes como Galton, Spearman y Cattell (Siegler,
1992). Mientras que el trabajo de estos autores se enfocaba sobre
las capacidades simples y fáciles de medir tales como
discriminación sensorial y tiempo de
reacción simple, Binet proponía trabajar con los
procesos mentales complejos, ya que los consideraba como la causa
principal de diferencias intelectuales individuales (Siegler,
1992). Esta idea se manifiesta en el artículo escrito por
él y Henri en 1895 titulado "La psicología
individual" (Psychologie individuelle), en el que se hace una
crítica a los enfoques de los otros
investigadores:
"Si uno mira en una serie de experimentos realizados –tests mentales como expresa el inglés- uno se asombra por el considerable espacio reservado a las sensaciones y a los procesos simples y por la poca atención prestada a los procesos superiores….[el motivo citado] es que los procesos elementales pueden ser determinados con mucha más precisión que los procesos superiores. Esto es verdad, pero las personas difieren [en estos procesos] elementales de forma más endeble que en los procesos complejos; no hay necesidad, por lo tanto, de un método tan preciso para determinar lo primero, como para lo último […]" (Binet y Henri, 1895, citado por Siegler, 1992).
Este artículo también describe detalladamente el plan de Binet y Henri para desarrollar una prueba que evaluaría las diferencias individuales del funcionamiento mental, sería de fácil uso, barata, de puntuación objetiva y predictora del desempeño escolar (Siegler, 1992). Incluiría medidas de 10 funciones mentales que Binet juzgaba como más importantes a la hora de evaluar la inteligencia. Cada función mental sería evaluada por un test, con múltiples ítems para poder obtener una evaluación fiable, estos tests evaluaban, uno por uno, lo siguiente: memoria, naturaleza de las imágenes mentales, imaginación, atención, comprensión, sugestión, sensibilidad estética, sentido moral, fuerza muscular y de voluntad, y rapidez de movimiento y de mirada (Siegler, 1992, Warren, 1895). Binet igualmente afirmaba que los ítems eran apropiados al entorno al que el individuo pertenecía y que su aplicación no tomaría más de hora y media, esto para evitar cansar al niño (Wolf, 1973, p. 243, citado por Siegler, 1992).
El determinar hasta qué punto la inteligencia es influida por factores biológicos, genéticos o innatos, y hasta qué punto es influida por factores culturales y ambientales, ha causado debates que han durado hasta la actualidad. Dos consecuencias de esta disputa en el ámbito aplicado son el cuestionamiento de la utilidad de los programas de intervención para mejorar la inteligencia y la crítica a las pruebas de inteligencia por ser sesgadas culturalmente (Weinberg, 1989).
"Si uno mira en una serie de experimentos realizados –tests mentales como expresa el inglés- uno se asombra por el considerable espacio reservado a las sensaciones y a los procesos simples y por la poca atención prestada a los procesos superiores….[el motivo citado] es que los procesos elementales pueden ser determinados con mucha más precisión que los procesos superiores. Esto es verdad, pero las personas difieren [en estos procesos] elementales de forma más endeble que en los procesos complejos; no hay necesidad, por lo tanto, de un método tan preciso para determinar lo primero, como para lo último […]" (Binet y Henri, 1895, citado por Siegler, 1992).
Este artículo también describe detalladamente el plan de Binet y Henri para desarrollar una prueba que evaluaría las diferencias individuales del funcionamiento mental, sería de fácil uso, barata, de puntuación objetiva y predictora del desempeño escolar (Siegler, 1992). Incluiría medidas de 10 funciones mentales que Binet juzgaba como más importantes a la hora de evaluar la inteligencia. Cada función mental sería evaluada por un test, con múltiples ítems para poder obtener una evaluación fiable, estos tests evaluaban, uno por uno, lo siguiente: memoria, naturaleza de las imágenes mentales, imaginación, atención, comprensión, sugestión, sensibilidad estética, sentido moral, fuerza muscular y de voluntad, y rapidez de movimiento y de mirada (Siegler, 1992, Warren, 1895). Binet igualmente afirmaba que los ítems eran apropiados al entorno al que el individuo pertenecía y que su aplicación no tomaría más de hora y media, esto para evitar cansar al niño (Wolf, 1973, p. 243, citado por Siegler, 1992).
El determinar hasta qué punto la inteligencia es influida por factores biológicos, genéticos o innatos, y hasta qué punto es influida por factores culturales y ambientales, ha causado debates que han durado hasta la actualidad. Dos consecuencias de esta disputa en el ámbito aplicado son el cuestionamiento de la utilidad de los programas de intervención para mejorar la inteligencia y la crítica a las pruebas de inteligencia por ser sesgadas culturalmente (Weinberg, 1989).
Mientras que Galton era partidario de la
consideración de la inteligencia como una entidad unitaria
y esencialmente hereditaria, para Alfred Binet, ésta
podía ser vista como el promedio del número de
habilidades del individuo e influida de manera importante por
factores ambientales (Eysenk, 1985). Binet desarrolló una
fórmula para expresar la estimación de la
inteligencia de los individuos, la cual se basaba en una "edad
mental" que era comparada con la edad cronológica, esta
fórmula fue reelaborada por el alemán W. Stern
(Rosas y cols., 1999), dada la imprecisión de la primera,
dándosele el nombre de coeficiente intelectual o CI.
Posteriormente, en base a medidas de desviación, se
propuso otro CI que igualmente expresaba el nivel cognitivo
general.
Binet distinguía tres elementos en el
enfrentamiento inteligente a un problema: dirección, adaptación y control. La
dirección consiste en saber qué hacer y cómo
lograrlo, la adaptación hace referencia a la selección
y monitoreo que se hace de la propia estrategia
durante la resolución de una tarea, "teniendo el pensamiento
una serie de selecciones sucesivas, ordenadas de acuerdo a un
plan interno",
y, por último, el control es el elemento que se "refiere a
la habilidad de criticar los propios pensamientos y acciones"[1] (Rosas y cols., 1999).
Binet era partidario de la importancia del aprendizaje en el
desarrollo de la inteligencia, estando en desacuerdo con la
esencia de los postulados hereditarios.
El uso de pruebas de inteligencia confiables y validas
como las de Binet en contextos prácticos como el
educativo, se extendió al de selección de
personal, siendo la Primera Guerra
Mundial uno de los momentos históricos en los que se
utilizó de manera masiva las pruebas de inteligencia para
seleccionar reclutas. En este proceso de
adaptar a los ambientes aplicados las pruebas de inteligencia, la
escala Binet-Simon jugó un papel importante, al aportar la
estructura
general de prueba y su forma de calificación (la cual se explicará detalladamente en otro apartado titulado: "Test de Binet-Simon") .
Los tests usados en el
reclutamiento
y la prueba Binet-Simon, entre otras pruebas mentales,
contribuyeron posteriormente al diseño
de las escalas de inteligencia de más uso en Occidente:
las escalas Wechsler (Boake, 2002). La prueba Binet-Simon, en
especial contribuyó a ser el modelo de
estructura de las escalas, y no sólo de estas sino por
extensión de los tests de inteligencia actuales, aportando
el procedimiento
básico de combinar diferentes tests mentales para producir
un puntaje compuesto. Fue igualmente fuente de contenido de las
subpruebas y origen de algunos de los ítems en las escalas
Wechsler (Boake, 2002).
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